Si me recorto y me pego, más allá de mis recuerdos, no me encuentro.
Soy la extraña niña que cruza el parque con la mirada flotando por encima de las cabezas ancladas a la tierra de sus padres.
Soy la mujer que arrastra sus zapatillas hasta perderse en las vías del tren.
No me preguntéis en qué lugar de la geografía humana me hallo.
Soy la única foto que quedó escondida en el bolsillo de una vieja maleta.
Soy los gritos de alegría del patio de luces del lugar donde me crié.
Soy la brisa de Septiembre que anuncia el fin de las vacaciones escolares.
Siempre provoqué recelo, siempre fui una fortaleza sin acceso.
Soy aquel que se sienta en el poyete de la ventana y lanza sueños a la gente que pasa.
Soy invisible.
Me gustaría ser dulce, pero me empalago.
Soy la moneda que hace 50 años alguien escondió en el tronco de un árbol.
Soy una pluma del ala del halcón de mi muerte, de mi pos-vida.
Soy la mirada indiscreta del que no se contenta.
Soy lo que soy y todo lo que me queda por ser.
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